martes, 29 de julio de 2008

En una de las habitaciones


Aunque se le quiera cubrir, no podría ser cubierto. Desde las primeras horas del alba se manifiesta como una espina que arde, que se mueve entre los tejidos del alma; impetuosa se sabe importante. ¿Le he dado yo tal privilegio? ¿He rodeado yo de vida a lo que pareciese carcomer desde dentro? Pues sí; culpadme, decidme que de iluso he pecado y que las sombras nublan mi inteligencia. Que deambulo como marioneta sin hilos; sin rumbo, sin senda alguna.

Lo padezco, lo vivo, mis días son por aquel espectro adornado. Mis noches hechas manantiales de suspiros, de recuerdos, de caminatas a ningún lugar; de ecos sin sonido.

Llámenme estúpido, sufrido, atormentado; creo que aciertan con agudeza. Sé que los peces cubren los mares y que las aves titilan en el cielo; pero aún mi precario conocimiento no da respuesta a interrogantes nacidas de tanta complejidad interna.

Universos abiertos y lunas caídas, ciudades en llamas y viajes perdidos. Todos en el origen intermedio, en el todo hecho nada. Calles recorridas; cielos marcados por pasos errantes, por caminatas entre las nubes.

Paseo con la luna a mis espaldas, con astros que danzan a mi lado y aturden la percepción. Soy bañado por una cascada de aguas turquesa que juegan a ahogar sentimientos fogosos y furiosos. Suelo repetir un nombre entremezclado con miel y hiel; suelo gritar entre compases, pues mi voz ya no alcanza a ser escuchada con claridad. Desgarro sinfonías con mi boca, ávida de hidromiel; de aquella que se derrama en los sueños.


Soy obra inconclusa. Soy musa de pintores ciegos, de músicos sordos y de poetas sin alma; soy quien sin alas corre en campos donde se incinera la madrugada. Soy quien anhela, quien sueña y quién sufre. Soy quien en vigilia recorre los montes en soledad; quien aguarda el regreso del Sol.

No hay comentarios: