
Aquí no hay invitaciones; ni sugerencias, ni breves introducciones; nada que dilucidar.
Encontraba me en medio de sábanas que colgaban del techo; fuentes que emanaban de pasos futuros con algo de angustia, con algo de hipocresía. Sentía como el reloj dejaba de palpitar para mí, como las horas volvían el aire mas espeso y como jugaban con mí sentir; como una vez mas me hacían su festín.
Máscaras, disfraces para cualquier ocasión; eso es todo lo que llena el armario; su armario, eso es lo que mi retina entremezcla al anochecer. No sé que disfraz estará utilizando esta noche, ni quien caerá en su antagónica sombra, ni que ritual se llevará a cabo; sólo sé que soy espectador de las mentiras que adornan su frente y que vulgarizan el sentir; que destruyen los tejidos del alma, que tiñen de malva el amanecer.
Nunca he trabajado a favor de mentiras, ni de maquinar redes que llenen un cáliz de absoluta nada; pero ahora, sumergido en amargura; soy devorado por crueles Dioses sin alma, que juegan con su comida antes de escupirla.
Vulnerable; sí. Vulnerable por no ocupar sus máscaras, por no bailar al compás de las sábanas cubiertas de lascivo deseo y carentes de profundo sentimiento. Culpable e ingenuo, absurdo y esperanzado; títere sin hilos en un baúl de anhelos. Cubierto de hiel se espera el deceso.