Siempre durante la noche, siempre en la umbra del sueño. Debería llamarle visita; pero no, no lo es. Manifiesto durante la noche, más presente durante el día entero. Sé en que minuto aparecerá, pues mi corazón late al compás de su nombre. Una brisa tibia le antecede, torna sus pasos suaves como rabos de nube.
Inmoviliza mi cuerpo con sogas que provienen de su vientre, me besa la frente con boca de demonio; con lengua de Tritón. Sus manos dejan llagas en muslos y abdomen; son blancas y penetrantes como cuchillas de nieve. Con sus ojos me hace caer en delirio profundo, me lleva a un mar agitado por el deseo y por el amor. Su cuerpo vestido de ávida lujuria hace fricción con el mío inexplorado; son tierras que gusta recorrer.
Pareciera llevarme por un carnaval de sensaciones; es un festín de sueños púrpura, es el mundo que gobierna. Mi corazón marcha estruendoso por el calibre de su alma, en el surco de su deseo.
Es una bestia disfrazada de hombre; es un comensal de mis sueños, predador de mi carne. Sabe como acelerar mi respiración, como arrastrarme hacia las mareas que domina con fiereza; allí donde mi voz se mezcla con el oleaje.
Por sus labios deja caer la hidromiel robada de mi cuerpo; deambula entre mis piernas añorando volverme arrecife, silenciarme; dormirme en su pecho. Desbasta los rincones corpóreos con mordidas frenéticas de hambruna acumulada, de ira disfrazada de deseo.
Llega al clímax de su ritual cual quimera agonizante; cual paraíso hecho infierno, cual bestia hilarante.
He cedido a sus deseos; a sus juegos de infrabestia. He fingido verme cautivo entre sus umbrales de lo permitido. Más no sabe que cada día las llagas sangran de amor terreno; de amor Orfeático, de ese que nace para no morir.
La bestia duerme de día, mas sus besos de brasa fecundan en el alma; son cicatrices placenteras que esperan volver a ser generadas. Eternas estrofas fusionadas.